Es poco frecuente ver un ser humano que en verdad sea «libre». La mayor parte de las personas piensan que lo son. En primera instancia, deberíamos entender que ni los pensamientos ni las acciones físicas dejan de existir una vez que se han concretado, sino que permanecen en la conciencia en forma más sutil, como impresiones o huellas de aquella manifestación densa del pensamiento o de la acción. Dichas impresiones, denominadas samskaras, producen poderosos impulsos, tendencias o inclinaciones que hacen que sus acciones se hallen condicionadas o influenciadas por las tendencias kármicas prenatales (los hábitos y los efectos heredados de las acciones de vidas pasadas), o por las sugerencias de los hábitos postnatales, o por las vibraciones del entorno.
Estas tendencias o inclinaciones influyen sobre la inteligencia o sobre el poder de discernimiento de la mente consciente para que ésta repita los pensamientos y acciones que hacen que no nos convirtamos en aquello que deseamos ser. Y con su repetición frecuente durante largo tiempo, esos impulsos se convierten en hábitos compulsivos que se traducen en samskaras buenos y malos, lo que conocemos comúnmente como «virtudes y vicios». Una virtud o buen samskara es una tendencia en la mente a hacer acciones y tener pensamientos rectos y positivos, que se ha
generado por haber hecho este tipo de acciones repetidamente durante largo tiempo, lo que crea una tendencia natural en la mente a continuar haciéndolo. Mientras que la repetición de pensamientos y acciones negativas genera tendencias a la deshonestidad o dañinas.
Los samskaras o inclinación hacia el hábito sensorial se pueden purificar mediante la sabiduría. Si los impulsos subconscientes de los samskaras de una persona son positivos, como la autodisciplina, la fuerza de voluntad y el entrenamiento de la mente ayudan a crear buenos pensamientos, acciones y hábitos en el presente. Si estos impulsos innatos son negativos, como poseer una mente débil o no entrenada despiertan malos pensamientos que dan lugar a acciones y hábitos perjudiciales, y el libre albedrío permanece meramente como una teoría o potencial ya que la
persona permanece «esclava» de su mente, sus samskaras, hábitos o vicios adquiridos.
Las personas que no cultivan el discernimiento espiritual y el autocontrol se convierten en víctimas del impulso interior de los hábitos de indiferencia espiritual y de los placeres sensoriales del pasado que el samskara origina. Cuanto más fuertes o arraigados estén estos samskaras negativos, más difícil será cambiarlos, más fuerza de voluntad, concentración, meditación y entrenamiento requerirá. Si la persona permanece cautiva de los sentidos y constantemente se entrega a la autocomplacencia la mente tendrá a debilitarse, generando un estado depresivo,
negativo y desafortunado en la vida, provocando a la vez un futuro o destino peor.
Sólo en contadas ocasiones el ser humano se da cuenta de que su salud, su éxito y su sabiduría dependen, en gran medida, del resultado de la batalla entre sus buenos y sus malos hábitos. Diagnosticar estas influencias kármicas no es sencillo, tan solo detectar los samskaras es difícil ¡y ni qué decir de lo arduo que es destruirlas! Se requiere un gran caudal de conocimiento para destruir los efectos del karma que les mantienen encadenados, inmovilizados y sin posibilidad de escapar de las tendencias que se les han apoderado.
Podemos tener la certeza de que podremos convertirnos en seres humanos divinos, siempre y cuando actuemos con verdadera libertad, guiada sólo por la más elevada sabiduría y sin permitir que el buen juicio sea esclavizado por los malos hábitos adquiridos en esta vida. La mayoría de la gente no conoce las consecuencias de actuar bajo la influencia de los malos hábitos hasta que padece un intenso dolor corporal o experimenta un sufrimiento emocional desgarrador. Son el dolor y el sufrimiento los que impulsan al hombre –demasiado tarde, lamentablemente– a indagar la causa de su presente condición. Y a pesar de la condición desfavorable la mayoría permite que sus características personales cambien de manera pasiva y poco metódica, con rumbo dispar y sin guía alguna, siguiendo los repetitivos patrones de los estados de ánimo pasajeros que ciertos ambientes les generan o las influencias beneficiosas o nocivas de sus hábitos prenatales y postnatales.
Ahora puedes darte cuenta como tú mismo o tú misma eres quien predestina tu vida, mediante la operación de la ley de causalidad o karma. Recuerda que cuando pongas en acción una causa determinada, el efecto corresponderá inevitablemente a dicha causa. Ya sea que hagas el bien o el mal, tendrás que cosechar el resultado de esa acción. Así pues, día tras día, estás creando las causas que determinan tu propio destino.
¿Puedes descubrir qué tendencias se han apoderado de ti y cuán poderosa es su influencia en tu vida y en tus acciones?
Este es solo el comienzo. Descubre lo que viene a continuación.




